No es lo que parece, mintió Gregor a su esposa que incrédula lo miraba acostado junto a una cucaracha.
No es lo que parece, mintió Gregor a su esposa que incrédula lo miraba acostado junto a una cucaracha.
Imagen tomada de la Red
El pequeño pez estaba seguro de que el niño que lo miraba detrás del vidrio, estaba cautivo.
Imagen tomada de la Red
Fernando Hernández. Cuando nombraron al ganador escuché mi nombre. Sorprendido, me dirigía al escenario para recoger el prestigioso premio. Pensé, mientras caminaba, que mi vida no volvería a ser todo lo tranquila que había sido hasta ese momento. La gente me pararía por la calle, para pedirme autógrafos. Los paparazzis me perseguirían a todas horas, incluso a mis vecinos. Me tendría que mudar a uno de esos chalets que tienen una gran tapia para preservar la intimidad de los propietarios. Los que me conocen venderían mis intimidades en los programas sin escrúpulos por un puñado de euros. Me pasaría el día desmintiendo rumores falsos. Mi madre, mi mujer, y mis hijos, sufrirían un acoso social permanente. Y de la playa nudista, donde veraneamos todos los años, ni hablamos. Cuando estaba subiendo las escaleras del escenario me agarró mi mujer por detrás, algo sofocada. - Cariño, dijo Fernando Hernández, no Hernando Fernández - De la que nos hemos librado, cariño, –contesté aliviado.
Imagen tomada de la Red
Atravesando la vía, el felino recuerda que ha sido atropellado en seis ocasiones.
-¡Que extraño! -dijo la muchacha avanzando cautelosamente-. ¡Qué puerta más pesada! La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe. -¡Dios mío! -dijo el hombre-. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos! -A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha. Pasó a través de la puerta y desapareció.