miércoles, 14 de septiembre de 2022

LOS ALEGRES, Sánchez Ginés



Imagen tomada de la Red

Yo, niños, ahora soy vieja. Aquí me veis. Pero hace muchos años fui joven, incluso niña. Por supuesto yo también tuve un papá y una mamá y también tuve hermanos.

Lamentablemente vosotros no llegasteis a conocer a ninguno de ellos, porque todos se fueron hace ya mucho tiempo. Es curioso lo que nos pasa a los viejos con los muertos. Porque entre la vida y la muerte, a veces lo pienso, lo que hay es una pared. Y a cada lado, ellos. Ellos que hablan en voz baja, que a ratos solo respiran o murmuran. Y ¿sabéis qué pasa? Qué esa pared, conforme uno se va haciendo más viejo, se vuelve más fina. Se hace más fina y a ratos a uno le parece que escucha. Que ve. Y eso me pasa. Que ahora me asaltan los muertos con sus palabras.

lunes, 1 de agosto de 2022

El ciclo del agua. Arantza Portabales Santomé


Imagen tomada de la Red


Trece horas antes de morir el hombre juguetea con los pezones de esa mujer que conoció en una aplicación de citas. Ella gime mientras la lengua del hombre lame esa gota de sudor que resbala entre sus senos. Esa gota. Esa. La que once horas más tarde asoma, convertida en lágrima, cuando ella lo bloquea en sus redes. Esa lágrima que su esposa descubre y besa sin que él le confiese qué le sucede. Es esa esposa la que, horas después, solloza ante la jueza que le impide el paso a la sala donde yace su marido. Olvídense del suicida, concéntrense en la lágrima de la esposa que cae dentro del vaso de la jueza justo antes de que se disponga a beber. Cuando la jueza eche a correr camino de su casa, se limpiará el sudor con la palma de la mano. Y de ahí a la barandilla del metro. No se distraigan. La jueza no es importante. Hay otra mano: la de esa mujer que toca la barandilla y luego su propio escote. Esa mujer que, les cuento, en cincuenta minutos estará desnuda en su casa y en setenta tendrá un orgasmo mientras que un hombre que conoció en una aplicación de citas juega con sus pezones y lame esa gota de sudor que desciende entre sus senos. Esa gota. Esa mujer. Esa.

domingo, 10 de julio de 2022

B-52. Raúl Sánchez Quiles



Imagen tomada de la Red

El piloto del bombardero B-52 siempre regresaba a la base con una enorme sonrisa. Pensaban que era un sádico, pero las bombas las tiraba al mar.

viernes, 17 de junio de 2022

Esperanza. Jesús Esnaola

 

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No sabría deciros por qué, de tantos recuerdos, justo me viene éste, de jugar a indios y vaqueros, de él haciendo de indio con mucho respeto y seriedad y muriendo abatido por mis tiros y los del primo Toni y del Babas, el compañero de pupitre. No sé por qué justo pienso en lo bien que se moría el condenado, doblándose sobre el estómago, cayendo de rodillas, retorcido, hasta quedar muerto y bien muerto sobre la hierba del parque, inmóvil hasta que nos acercábamos y lo sacudíamos de los hombros y resucitaba sonriente, borrándonos un poco la cara de susto.

No sabría deciros, pero seguramente por el recuerdo venido, me acerco al ataúd donde descansa sereno, con las manos cruzadas un poquito por debajo del pecho y me inclino sobre él, me acerco a su oído y le digo, ya está bien de hacer el indio, y lo sacudo de los hombros hasta que me detiene su hijo, ¿pero estás loco viejo chocho?, y después me siento a esperar, aunque creo que no quieren que me quede, para ver la cara que ponen, los demás, cuando se levante.

jueves, 26 de mayo de 2022

Marfil. Diego Hernán Franco Puebla


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Luego del largo viaje que coronaba una búsqueda de muchos años, recopilando datos que no anotó, pero que no le costó trabajo memorizar, por fin se encontraba en el lugar que guardaba los recuerdos de su madre. Tomó las figurillas talladas, el viejo dominó y el hermoso juego de ajedrez. Por último, se dirigió al piano y retiró con la trompa cada una de las teclas.

domingo, 3 de abril de 2022

Montañeros. Óscar Sipán


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 Mi padre desapareció hace veinte años, en la ascensión al Nanga Parbat. He sentido emoción, vértigo y furia al encontrarlo en una grieta de la cara norte, sin una arruga, más joven que yo. Creo que voy a matarle.

miércoles, 2 de febrero de 2022

La Anjana. Paloma Casado.


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El abuelo Juan nos contaba muchas historias, pero nuestra favorita era, sin duda, la historia de la Anjana.

«Un día, cuando era joven, el abuelo se perdió en el bosque. Anduvo varias horas sin encontrar el camino de regreso y decidió sentarse a descansar a la orilla de un riachuelo. Estaba inclinado tratando de beber, cuando vio, reflejado en las aguas, un rostro de mujer. Rápidamente giró la cabeza para encontrar a una joven bellísima con el cabello del color de las hojas en otoño y los ojos verdes como el bosque en primavera.
-¿Quién eres?-preguntó
-Soy una anjana del bosque y voy a conducirte a tu hogar-contestó, y su voz recordaba el susurro del viento.
El abuelo tomó la mano que la anjana le tendía y caminó a su lado hasta que divisaron las luces del pueblo. Tras recorrer el camino, los dos supieron que no podrían separarse sin ser desdichados para siempre.
Sin embargo, las anjanas deben pagar un caro tributo por abandonar el bosque: perder la inmortalidad y dejar allí su voz>>.
En ese momento del relato, todos mirábamos a la abuela, que sonreía muda, contemplándonos con sus ojos verdes como el bosque en primavera.

miércoles, 5 de enero de 2022

Árbol genealógico. Manuespada


 Imagen tomada de la Red


Cogí mi árbol genealógico, el que había dejado mi madre sobre la repisa del salón, y lo trasplanté en el jardín, junto al manzano. Le eché abono natural de oveja y vaca. Al día siguiente le había brotado una nueva tía abuela, dos hijos, cuatro hermanos y doce sobrinos. Estaba tan frondoso que tuve que podar a los primos lejanos. El de mi vecina era más pequeño. Lo tenía medio escondido junto a los geranios. Apenas tenía parientes. Me produjo cierta lástima que estuviera tan sola y decidí injertarle la rama en la que estaba mi nombre. Salté la valla de su huerto y conseguí llegar hasta los geranios sin que nadie me viera. Mi vecina no se dio cuenta del injerto, y lo regaba a diario con la manguera, junto al resto de sus flores. Al principio le salieron malas hierbas, pero volví a saltar la valla y eché un pesticida. En cuatro semanas, mi vecina y yo ya aparecíamos en el árbol como marido y mujer. Decidí romper con mi familia. Saqué un hacha y talé mi árbol genealógico. Esa misma noche dormimos acurrucados junto a la chimenea, al calor de la leña. Mientras, nuevos brotes crecían en el huerto, junto a las malas hierbas de los geranios.

Convivencia. Víctor Lorenzo Cinca


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 Al poco de compartir piso, dejaron de conversar como solían. Atrás quedaron aquellas largas charlas de madrugada, en las que iban conociéndose uno al otro, y más lejos todavía los cafés plagados de confidencias y secretos, sin relojes ni rutinas. Pasaron del cariño qué tal te ha ido el trabajo al silencio en apenas semanas, hasta acabar convertidos en dos extraños cohabitando bajo el mismo techo. Tanto llegaron a desconocerse que un día se encontraron en el pasillo, se presentaron y quedaron para cenar. Ahora, enamorados hasta la náusea, están pensando en irse a vivir cada uno a su casa.

lunes, 3 de enero de 2022

La felicidad. Andrés Newman



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Me llamo Marcos. Siempre he querido ser Cristóbal. No me refiero a llamarme Cristóbal. Cristóbal es mi amigo: iba a decir el mejor, pero diré que el único. Gabriela es mi mujer. Ella me quiere mucho y se acuesta con Cristóbal. Él es inteligente, seguro de sí mismo y un ágil bailarín. También monta a caballo y domina la gramática latina. Cocina para las mujeres. Luego se las almuerza. Yo diría que Gabriela es su plato predilecto. Algún desprevenido podrá pensar que mi mujer me traiciona: nada más lejos. Siempre he querido ser Cristóbal, pero no vivo cruzado de brazos. Ensayo no ser Marcos. Tomo clases de baile y repaso mis manuales de estudiante. Sé bien que mi mujer me adora. Y es tanta su adoración, que la pobre se acuesta con él, con el hombre que yo quisiera ser. Entre los gruesos brazos de Cristóbal, mi Gabriela me aguarda desde hace años con los brazos abiertos. A mí me colma de gozo tanta paciencia. Ojalá mi esmero esté a la altura de sus esperanzas, y algún día, muy pronto, nos llegue el momento. Ese momento de amor inquebrantable que ella tanto ha preparado, engañando a Cristóbal, acostumbrándose a su cuerpo, a su carácter y sus gustos, para estar lo más cómoda y feliz posible cuando yo sea como él y lo dejemos solo.

Los suicidas. Mar Horno


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Poca gente sabe que a los ahorcados nos gusta balancearnos colgados de nuestra cuerda. Ya sea de una lámpara, de una rama o de una viga, amamos ese movimiento suave, ese bamboleo silencioso de mitigación del dolor, esa ondulación pendular de resarcimiento de nuestras culpas. Así nos sentimos libres al fin, como globos de colores, esperando que algún niño coja nuestra soga y nos pasee por el parque. Sabemos que es solo un sueño, que siempre termina viniendo algún desalmado que nos descuelga para meternos en un cajón triste, para mantenernos otra vez prisioneros, otra vez esclavos, otra vez dominados. Aunque nunca perdemos la esperanza de que las cosas puedan ser de otra manera, nunca perdemos la esperanza de que llegue antes el niño que el diablo.

El final. Fredric Brown


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El profesor Jones había trabajado en la teoría del tiempo a lo largo de muchos años.

-Y he encontrado la ecuación clave - dijo un buen día a su hija - El tiempo es un campo. La maquina que he fabricado puede manipular, e incluso invertir, dicho campo.
Apretando un botón mientras hablaba, dijo:
- Esto hará retroceder el tiempo el retroceder hará esto - dijo, hablaba mientras botón un apretando.
- Campo dicho, invertir incluso e, manipular puede fabricado he que maquina la. Campo un es tiempo el. - Hija su a día buen un dijo -. Clave ecuación la encontrado he y.
Años muchos de largo lo a tiempo del teoría la en trabajado había Jones profesor el.
Final el"

Timba. Rubén Abella


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-Me juego a mi mujer.

En otras circunstancias habría sonado a broma, pero después de catorce horas ininterrumpidas de póquer Jonás había perdido los ahorros, la furgoneta y la casa, y ninguno de los presentes aquella noche en el bar Oasis dudó de que la apuesta iba en serio. Todas las miradas se clavaron en Telma, quien se protegió de ellas como pudo, clavando la suya en el tapete. Héctor hizo un abanico con las cartas y pensó.

-Veo –dijo al fin, y extendió sobre la mesa un full de damas y ochos.

Ni siquiera esperó a que Jonás mostrase su inútil trío de reyes. Recogió el dinero, los cheques y las llaves y, en medio de un tenso silencio, se llevó a Telma.

En la alborotada discusión que siguió a su marcha todos estuvieron de acuerdo en que Telma se había ido llorando. Todos menos Zenón, que la vio de cerca cuando pasaba junto a la barra y se empeñó en decir que reía. Pero, ¿quién iba creer a un borracho?

Perplejidad. Raúl Brasca


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La cierva pasta con sus crías. El león se arroja sobre la cierva, que logra huir. El cazador sorprende al león y a la sierva en su carrera y prepara el fusil. Piensa: si mato al león tendré un buen trofeo, pero si mato a la cierva tendré trofeo y podré comerme su exquisita pata a la cazadora.

De golpe, algo ha sobrecogido a la cierva. Piensa: si el león no me alcanza ¿volverá y se comerá a mis hijos? Precisamente el león está pensando: ¿para qué me canso con la madre cuando, sin ningún esfuerzo, podría comerme a las crías.

Cierva, león y cazador se han detenido simultáneamente. Desconcertados, se miran. No saben que, por una coincidencia sumamente improbable, participan de un instante de perplejidad universal. Peces suspendidos a media agua, aves quietas colgadas en el cielo, todo ser animado que habita sobre la Tierra duda sin atinar a hacer un movimiento.

Es el único, brevísimo hueco que se ha producido en la historia del mundo. Con el disparo del cazador se reanuda la vida.