lunes, 1 de agosto de 2022

El ciclo del agua. Arantza Portabales Santomé


Imagen tomada de la Red


Trece horas antes de morir el hombre juguetea con los pezones de esa mujer que conoció en una aplicación de citas. Ella gime mientras la lengua del hombre lame esa gota de sudor que resbala entre sus senos. Esa gota. Esa. La que once horas más tarde asoma, convertida en lágrima, cuando ella lo bloquea en sus redes. Esa lágrima que su esposa descubre y besa sin que él le confiese qué le sucede. Es esa esposa la que, horas después, solloza ante la jueza que le impide el paso a la sala donde yace su marido. Olvídense del suicida, concéntrense en la lágrima de la esposa que cae dentro del vaso de la jueza justo antes de que se disponga a beber. Cuando la jueza eche a correr camino de su casa, se limpiará el sudor con la palma de la mano. Y de ahí a la barandilla del metro. No se distraigan. La jueza no es importante. Hay otra mano: la de esa mujer que toca la barandilla y luego su propio escote. Esa mujer que, les cuento, en cincuenta minutos estará desnuda en su casa y en setenta tendrá un orgasmo mientras que un hombre que conoció en una aplicación de citas juega con sus pezones y lame esa gota de sudor que desciende entre sus senos. Esa gota. Esa mujer. Esa.

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