Yo, niños, ahora soy vieja. Aquí me veis. Pero hace muchos años fui joven, incluso niña. Por supuesto yo también tuve un papá y una mamá y también tuve hermanos.
Lamentablemente vosotros no llegasteis a conocer a ninguno de ellos, porque todos se fueron hace ya mucho tiempo. Es curioso lo que nos pasa a los viejos con los muertos. Porque entre la vida y la muerte, a veces lo pienso, lo que hay es una pared. Y a cada lado, ellos. Ellos que hablan en voz baja, que a ratos solo respiran o murmuran. Y ¿sabéis qué pasa? Qué esa pared, conforme uno se va haciendo más viejo, se vuelve más fina. Se hace más fina y a ratos a uno le parece que escucha. Que ve. Y eso me pasa. Que ahora me asaltan los muertos con sus palabras.