Imagen tomada de la Red
Camila sabrá lo que hace, pero a mí no me parece que entrar en la casa embrujada sea una buena idea. Quiero ir a contarles a sus padres lo que va a hacer, pero los amigos de Víctor me detienen, ellos también le temen.
Después de un rato jugando al escondite aparece Víctor que, sonriente, se pierde entre su séquito vitoreante. Un momento después sale Camila, con la mirada perdida, caminando lento. La acompaño a casa, en silencio, y, en la puerta, le pregunto qué pasó en la casa embrujada. Conteniendo las lágrimas me susurra al oído, los fantasmas no existen.
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