Quedábamos para estudiar latín. Pablo Gonz
Imagen tomada de la Red
Recordaré in æternum la primera vez que Margarita y yo hicimos el amor. Habíamos quedado ad portas de la biblioteca y yo la vi aparecer inter allia, con esa minifalda tan sui generis que tenía. «Ecce homo!» dijo al verme y mutatis mutandis fuimos a tirarnos en la hierba. In illo tempore anochecía tarde, así que nos pusimos a conversar de nuestras cosas. Pero nolens, volens yo me puse hecho un borrico y empecé a besarla in pectore. Vade retro! –dijo ella–. Sol lucet omnibus, pero enseguida surgió inter nos la idea de escondernos entre unos arbustos. Hic et nunc, bramaba yo. Gaudeamus, me jaleó Margarita. Y entonces le subí la camiseta y empecé a chupárselas ex æquo. Ella, quid pro quo, me bajó los pantalones y de visu se entusiasmó grosso modo, así que sacó un conditio sine qua non que había traído ex professo y me lo puso in extremis. De facto hicimos el amor como lobos, es decir ad libitum; y a posteriori dejamos el loco citato jurándonos repetirlo sine die.
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