Imagen tomada de la Red
Sentado en la playa de Izulde, con la espalda apoyada en la pared de roca, Agustín la observa pasear. Ella se entretiene pisando suave y sintiendo la arena entre los dedos. Él juega, con el libro delante de la cara, a leer sin mirar, mientras la ve, de cintura para arriba, por encima de las páginas.
Y como los amores y los placeres son lo mismo, en cierto modo, ella se acerca saltando y bailando con sus dos largas páginas mientras Agustín sonríe y deja el posavasos entre las piernas del libro.
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