lunes, 22 de febrero de 2021

Tocar a clamores. Teresa Serván

 

Imagen tomada de la Red


      Si la campana toca tres veces, la aldea ya sabe que ha fallecido un hombre. No importa tanto el muerto como que la campana ha dejado retumbo y, cuando ésta no toca limpio, los aldeanos saben que alguien más perderá la vida. Es que la muerte no está contenta y un frenesí se apodera del lugar. De los enfermos, que padecen síntomas imposibles. De los sanos, que enferman sin previo aviso. De los asesinos, que buscan víctimas en cualquier parte. Durante los siguientes días, las calles se convierten en emboscadas, en riñas, brotan los celos. Relucen las hojas de las navajas bajo el sol del desierto. A la aldea le entra prisa por enterrar a ese otro cadáver que le devuelva la normalidad. Que, tal vez, calme a la muerte.

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