Imagen tomada de la Red
Caminan rápido, aunque les duelan los pies dentro de las viejas botas. En un montículo junto a un claro del bosque paran y distribuyen a los prisioneros en fila. Primero los colocan de espaldas, como si no quisieran mirarles, pero cuando están todos dispuestos uno ríe y dice: no, mejor daros la vuelta, quiero veros bien, y trabajosamente, porque tienen los ojos vendados, se giran. Entonces se colocan ellos, uno enfrente de cada uno, apuntando, y dan la consigna: uno, dos, tres, ¡fuego!. Caen los cuerpos sobre la piedra. El más alto se acerca y tocando a uno con el pie le dice: Juanito, siempre te tiras antes de oír fuego, te toca prisionero otra vez.
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