lunes, 11 de enero de 2021

Uanhouu. Miguelángel Flores


Imagen tomada de la Red


Me pareció oír mi nombre mientras me secaba la cabeza con la toalla. Juanjo, dijeron. Pero no había nadie. Abrí la puerta, cariño, ¿me has llamado? No había sido ella.

Otro día ocurrió después de afeitarme. Y esa vez lo oí claramente, pero con acento. Sonó igual que como lo pronuncia mi profesora nativa de inglés: Uanhouu. Prestando atención, descubrí que había sido el desagüe. Sí, al quitar el tapón, decía mi nombre, Uanhouu.

Volví a llenar el lavabo por el placer de oírlo de nuevo. Y mirando fijamente el agua que se iba, me desvanecí detrás de ella, siendo absorbido por el sumidero. No me pregunten cómo, pero talmente fue. Ahora vivo en la curva que va del desagüe a la pared. Aquí encontré al llegar el anillo que perdí hace una década y una funda dental. No estoy mal, pero la echo de menos. Además, a veces llora y sé que es por mí. La oigo hacerlo, impotente, luego cómo orina y al final, siempre la cisterna. Ahora estoy aprendiendo a decir Maricarmen en desagüero. Y así me la traigo aquí conmigo. A fin de cuentas, pienso, a ella también le gustan el agua y los secretos.

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