sábado, 30 de enero de 2021

La que bien te cuenta. Elisa de Armas


             Imagen tomada de la Red

No hay dos viajeros que llegando a Eulogia vean la misma ciudad, pues Eulogia gusta de mostrarse tal como el viajero la desea. Para este será un jardín cercado de mirto donde lo espera una muchacha dormida al arrullo de la fuente. Aquel encontrará un mercado bullicioso en el que los vendedores vocean las virtudes de las sedas de China, del azafrán de Persia, de los volúmenes impresos en Amberes. Buscarán algunos en sus calles encaladas un taller donde un anciano sordo construye autómatas y otros, un burdel escondido en un pasadizo o una taberna donde se permita el cante. Habrá quien recorra la oscuridad de sus rincones esperando recibir la herida de una daga que cause la herida mortal. A todos los acoge Eulogia y a todos se entrega sin juzgarlos, salvo a los que, en lugar de soñarla, se empeñan en adivinar cuál es su auténtica naturaleza. Para estos solo será un laberinto de paredes grises desde cuyas ventanas enrejadas se divisan árboles raquíticos. 

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